domingo, 30 de marzo de 2008

Vang Vieng, Laos.

Vang Vieng, 20 de Febrero de 2008
Una vez más despierto en otro sueño, con grandes legañas, semejantes a las chorreras de roca caliza donde ayer nos desplomábamos. Me han despertado los ruidos de la constucción de otra cabaña como la nuestra, son las 8:30 de la mañana pero no tengo de qué quejarme; la montaña se eleva a mi derecha y el pueblo, tras un rio, comunicado por débiles puentes de madera, se extiende sobre una planicie que queda a mi izquierda. En la puerta de mi cabaña hay una hamaca, y a pocos metros se puede desayunar un manjar cada mañana, hoy ha sido una ensalada de frutas, con mango, papaya, piña, plátano y sandía; un bocadillo de bacon, queso y ensalada, y un buen café Lao con leche condensada.

Mientras escribo esto, se asoma a saludar una pequeña de unos cuatro años, que en lugar de chupete, lleva un trozo de plástico en la boca, dos cortas coletitas, y en los pantalones un agujero y el culito al aire, para sustituir los pañales.

Aquí los niños se merecen mucho más que una mención, se merecen mil sonrisas y nuestros mejores deseos. Son lo que el adulto añora, la inocencia y la curiosidad; la poesía de la vida, son la ostia, con perdón.

Creo que son veces contadas, las que he visto a un niño patalear, con un berrinche a la europea en estas tierras. Y perdería la cuenta si pienso en las veces que he visto la mirada de un hombre o una mujer en el cuerpo de un niño, de un hombre inocente, de una mujer curiosa, de un trabajador honrado; de una persona con valores, con derechos y obligaciones.

Una cosa no quita la otra, es una pena que falte sanidad, que no puedan acceder a una educación todos los hijos de una familia, es una pena la falta de servicios y muchos de esos derechos; pero desgraciadamente no soy un sociólogo ni sé mucho de historia para decir que le sobra o le falta a este país, y me limito a observar la mirada o la sonrisa del que me trae el café, o al que le pregunto el nombre de una calle.

Mi humilde conclusión al respecto es que, en el terreno que si conozco, que es mi país y mi gente, falta un poquito de marcha, y sobra protección y mimos; niños que no valoran nada en absoluto y sus pobres padres que no hacen nada al respecto. Aquí y allá, todos formamos parte de la misma especie, por qué aquí un niño puede arrastrarse, caerse y aprender; aburrirse y buscar fuentes de entretenimiento; aprender valores sin caer en los tópicos de la educación occidental, del "niño que te caes", o "niño deja eso".

Y que no falte, niños sociables donde los haya, sin miedo de comunicarse, por diferente que parezcas, sin correr a los brazos de los padres porque un extraño les ha saludado con la mano y les ha preguntado por su nombre. Creo que todo esto viene de algo tan básico como saber buscarse la vida, y aquí supervivencia les sobra.

Tal vez sean sus genes, porque aquí la gente es tremendamente agradable y servicial, aunque seas turista y en cualquier país de la zona despiertes un ánimo lucrativo, olvidándonos de ese inevitable factor, creo que es el país donde más calor humano estoy encontrando, y donde la sonrisa y el saludo nunca faltan.

La verdad es que nuestro inicio del viaje y calentamiento por China nos ha ayudado mucho, y ahora recuerdo nuestro enfado con el mundo con humor, que es lo que entonces nos faltó. El aprendizaje es lento, pero poco a poco te vas dando cuenta de la realidad de las cosas.

Viajar con ventaja es fácil, solo tienes que tener dinero y no salirte de los circuitos, donde encontrarás servicios hechos a tu medida, gente como tú, y disfrutar del espejismo; pero, ¿es eso lo que realmente buscas en un viaje?, yo, poco a poco voy descubriendo que no.

Esto no quiere decir que no disfrute un buen bocadillo en la mañana, o que no agradezca el encontrar un hotel sin dar dos vueltas; o que pueda mandar estos correos, comunicarme en ingles, encontrarme con viajeros como yo... etc.

Los destinos turísticos, en Asia o en Europa cuentan con la misma estructura, parques de atracciones para visitantes. Que puedan ver los atractivos del lugar, que coticen pagando las entradas y los cargos, y que no les falte de nada para que se queden el mayor tiempo posible.

Así que aquí estamos, en un escenario de auténtico relax con todo lo que podemos pedir, y yo lo voy a disfrutar, eso sí, en cuanto tenga la oportunidad, me mezclaré con los locales e intentaré salirme de los circuitos un poquito para contaros cómo de verdad se vive en estas tierras; y a mi vuelta a las rutas marcadas os mandare un mail desde algún centro lleno de turistas como yo.

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