martes, 20 de mayo de 2008

Maratón: Ko Tao - Ranong

15 de Abril de 2008, fecha obligatoria de salida de Tailandia, y nosotros despertando en nuestras hamacas colgadas en el muelle de KoTao. Tan sólo las 8:00am y el movimiento del puerto era imparable, los clientes se agolpaban sin tickets en los pantalanes buscando el barco que les llevara a tierra firme, era el día de resaca en la isla y la mayoría de los visitantes locales amplían el final de las vacaciones.

Despertamos con el ruido de los taxistas y marineros que se hacían hueco entre nuestras intrusas hamacas, para descansar del sol mañanero. Con las legañas pegadas a los lacrimales y el cerebro iniciando actividad, nos dirigimos a las taquillas de las diferentes compañías que viajaban a Chumpon, y nos quedamos sin palabras al recibir la respuesta de "AGOTADO".

Nos esperaba una multa por retraso en la salida del país, en su correspondiente oficina de inmigración, 500 Bats por día. Ese fue nuestro pensamiento, la isla nos había abducido y las posibilidades de llegar a tiempo a la frontera con Birmania, en la ciudad de Ranong, se nos estaban empezando a agotar.

Comentamos nuestros problemas entre los taxistas, al menos para desahogarnos, contamos que habíamos perdido el barco la noche anterior, también contamos que nos tuvimos que quedar en el muelle esperando al barco de la mañana, que incluso durmiendo en el puerto no había tikets para nosotros, les conté hasta que todavía me dolía el tobillo de mi accidente en el barco de la isla perdida de Camboya.

Contamos tanto que Dios vino a vernos: con un par de llamadas nos consiguieron dos tickets hacia Ranong y un amigo de los taxistas, un maestro del masaje en la isla, me agarró el tobillo, lo untó bien en Bálsamo de Tigre y me empezó a contar las razones de mi dolencia, me explicó cómo tratar de curarlo durante el viaje y me dio un masaje más fuerte que el vinagre. Así que cojeando con una sonrisa de oreja a oreja nos fuimos hacia el barco.

Confirmamos nuestro billete en la ventanilla y empezamos la espera. Al pantalán no hacía más que llegar gente, tanta que no se podía sentar nadie y el sudor resbalaba entre todos, los mareados no se podían caer porque no había sitio y nosotros rezábamos por que el barco llegase a tiempo.

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El representante de la compañía pidió silencio para dar algunas explicaciones. Habían vendido cerca de trescientos billetes y en el barco sólo cabían cien personas más, por lo tanto pidió voluntarios que se prestaran a cambiar su ticket para el día siguiente. No hubo ni una persona que se ofreciese, y un murmullo en varias lenguas se corrió entre los pasajeros.

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Cuando el barco llegó la gente fue muy educada, pero humana, y hubo varios intentos de abordaje desmesurado perpetrados por nosotros los primeros, y es triste, pero unos subimos y otros se quedaron, y es que aquello era una jungla pintada de rosa: marineritos pincel, barco precioso, atención al cliente, y luego no saben alimentar la demanda de la operación salida anual de la fiesta grande de Ko Tao.

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El caso es que el final subimos y llegamos a Chumpon. En el viaje la mayoría de los pasajeros eran Tailandeses de vacaciones, nos pasamos todo el trayecto charlando con tres chicos que viajaban con sus parejas, menos uno, que era el borrachín gracioso del grupo; riendo con ellos mientras mirábamos a un par de "lady boys" fotografiándose en cubierta.

El puerto de Chumpon es como la desembocadura de un caudaloso río, y se mete tierra adentro varios kilómetros. Los barcos pesqueros, todos pintados de colores similares y de forma casi idéntica, están amarrados por decenas a los lados, como coches aparcados en batería, y podía haber cientos si mis cálculos no me traicionan.

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Tras hablar con nuestros nuevos amigos Tailandeses de nuestros planes, de nuestra carrera a la desesperada por su país, se ofrecieron en llevarnos a la estación de autobuses de Chumpon en su coche y nosotros accedimos encantados. Solo había un nuevo problema, las fiestas de Chumpon no habían terminado y hoy era el día grande, y las calles estaban colapsadas por batallas de agua y talco. Por lo tanto, salimos a afrontarlo.

No me quiero ni imaginar nuestra situación, saliendo de la zona de desembarco a la calle a preguntar por la estación a toda la parranda de enagenados; con nuestras mochilas, ordenador, cámaras... etc. Gracias a dios no fue así, salimos casi escoltados, con la cabeza agachada y corriendo, como en un campo de batalla y nos dirigieron a un pick-up que nos evacuaría lo más rápido posible de la zona. Nadie nos libró de empaparnos, ni de llenarnos de talco mentolado, pero al menos nuestro material electrónico llegó a salvo al lugar donde nuestros nuevos amigos tenían su vehículo.

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Aquí esta fiesta la acepta todo el mundo, aunque no les guste, les perjudique o no puedan disfrutarla. Aquí nadie se queja y mucho menos se enfada. Así que ahí estábamos, todos empapados en el coche del colega dirección a la estación de autobús. Pero claro, no iba a ir todo rodado ya desde Chumpon, ¿verdar?. No, en la estación no había autobuses a Ranong y tuvimos que ir en unas mini van que salen desde el mercado central. Nos despedimos y quedamos alucinados de que aun con la cantidad de energía gastada e inconvenientes que les habíamos causado a este grupo de colegas, estaban encantados de habernos ayudado y nos pidieron por favor volver a visitarles algún día.

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Llegamos en furgoneta a Ranong, a las 17h y la oficina de inmigración cerraba a las 18h, y corrimos buscando un conductor que nos llevara hasta allí, haciéndonos entender gracias al código internacional de cómo decir sellado de pasaportes en una ciudad fronteriza, que consiste en golpearse con la mano derecha cerrada, la palma de la mano izquierda, como sellando algo.

Y por fin llegamos a inmigración, y si esto fuera una película de Hollywood, seríamos los últimos turistas que pueden colarse por la altísima verja a punto de cerrarse en la frontera, mientras el policía les intenta frenar y ellos gritan: "somos ciudadanos americanos" y todos se abrazan y la música suena. Pero señores, esto es la puta realidad!! y no hay preferencia más que el dinero, y si nos permitían pasar, perdían 500 Bats de multa, así que por llegar al límite, tuvimos que darnos la vuelta y marchar a descansar. Además conviene aclarar que estas fronteras no tienen verjas, ni siquiera puertas, la naturaleza separa Ranong de el extremos sur de Birmania con un mar y diversas islas repartidas entre los dos países. Así que lo que hay son barcos, y mucho negocio con el tema de los visados.

Nos retiramos, con el consuelo de que lo importante es participar, y al menos ya habíamos conseguido salir de Ko Tao, y nuestros únicos planes eran extender nuestra estancia en Tailandia y dirigirnos a Krabi.

Pasamos la noche en una curiosa guest house muy bien cuidada, con parking, diferentes tipos de habitaciones y unos empleados muy amables. Lo raro era el lugar, paralelo a la calle del puerto fronterizo, con olor a pescado procedente de los almacenes colindantes, las calles inhóspitas de polígono industrial y sin turistas. Así que dejamos las mochilas y nos fuimos a comer, nos dieron un par de indicaciones y nos dirigimos a la zona del mercado del barrio. El suelo estaba mojado, y algunos ancianos sentados en la puerta de sus casas nos miraban con complicidad, los niños corrían a nuestro alrededor y una música dance como la de los coches de choque sonaba cada vez más cerca... entonces nos dimos cuenta, cuando una tropa de jóvenes untados en polvo blanco y empapados de arriba a abaje empezó a correr hacia nosotros con cubos de agua, perfumes, talco y mucha fiesta en el cuerpo. Nos dimos la vuelta y corrimos a poner nuestras cámara de nuevo en lugar seguro, y volvimos preparados, nos sentíamos ya veteranos de aquella fiesta que habíamos vivido por todo el país.

Nos resultó muy curioso que todos los chavales jóvenes fueran tan exagerádamente amanerados, saltando empapados en agua, y locas de emoción al vernos, gritando como Boris en crónicas marcianas, y llenándonos de perfume de mujer entre manguerazo y manguerazo. Pasamos el campo de batalla y comimos en el mercado como Dios, mientras divagábamos y nos dábamos cuenta de lo importante que es sentirse seguro. Nos dimos cuenta de que al principio del viaje ese barrio nos habría asustado y ahora nos atrae, nos llama a interactuar con la gente más auténtica. Nos gustó el lugar.

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Al día siguiente volvimos a nuestra misión, tempranito pagamos nuestra multa en la oficina de inmigración y sellamos nuestra salida de Tailandia, luego negociamos un barco barato hacia Birmania, y nos embarcamos con un espabiladísimo Birmano de unos de 14 años y cruzamos las aguas.

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El escenario era de un estruendo continuo, los largos barcos como góndolas con motor de coche retumbaban con el griterío de la multitud en los diferentes check points del canal. Las aguas se veían densas como el aceite y los barqueros debían de tener una tendinitis tan grave como su sordera. Los templos con pagodas doradas estaban en cada islote de camino a Birmania, con puestos militares tailandeses, de aspecto imponente. El tráfico incesante, y el sol criminal.

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Desembarcamos en el puerto de un pueblo a los pies de una colina, y el paisaje se seguía plagando de brillos procedentes de las pagodas. El caos aquí se multiplicaba, la fiesta del año nuevo se estaba celebrando ese día, estábamos destinados a seguir la ruta del agua hasta su agotamiento. Pero allí los vimos salvajes, divertidos, desatados, mucho más que en tailandia. Era como haber viajado cincuenta años atras en Tailandia y haber vivido la misma celebración.

Mientras estában sellando nuestro pasaporte, nos bebimos unas cervezas, mucho más baratas que en Tailandia, y nos quedamos atónitos, todos los coches cargados de personas empapando a todo el mundo, las motos con los silenciadores arrancados creando un estruendo como el de los barcos del canal, los autobuses centenarios sin cristales y los chavales ofreciendo Ketamina a los turistas... era mundo aparte.

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Nos dieron un visado de 28 días en Burma, pero sin poder salir de un radio de 9km alrededor de la ciudad. Así que nos volvimos a Thailandia, y con intención de llegar a Krabi en ese mismo día, pero ¿fue posible?

domingo, 18 de mayo de 2008

Ko Tao

del 31 de Marzo al 15 Abril 2008

Con mirada melancólica perdíamos de vista Ko Phangan. Chand nos había despedido en el pier con su característico talante de intelectual fuera de lugar, con el alma arrastrándole por el suelo y con su moto que tanto quería.

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El barco rodeó un poco la isla de Ko Tao para aproximarse al pier, y en la costa se veían los resorts de diseño, cuidando el entorno y extendiendo sus bungalows y pasarelas que los comunican por las rocas difíciles de sortear, hasta las calas privadas y los arrecifes para el snorkel.

La isla es más pequeña y salvaje que Ko Phangan. La historia cuenta que primero sirvió de cárcel y tras una amnistía general empezó a habitarse mucho más tarde que el resto del archipiélago de Suratani, por lo que su explotación ha sido más lenta y reciente. Aunque ahora las escuelas de buceo y los servicios turísticos cubren sus principales playas.

Este es el mayor atractivo de Ko tao, el buceo, pero ahora que conocemos el punto de vista de los profesionales, debemos recordar que no es por su atractivo natural sino por sus precios; el lugar es precioso para hacer submarinismo, el agua esta caliente, hay coral, tortugas, tiburones... y multitud de especies maravillosas que dejan al novato impresionado, pero que si has frecuentado otros lugares como Ko Phiphi o las islas Similan, no tiene mucho de especial.

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Nuestro caso era distinto, nuestra experiencia en las inmersiones submarinas cero, y nuestro presupuesto bajo; así que habíamos caído en el lugar perfecto.
Al llegar al puerto vimos un agradable ambiente distendido, con taxistas y representantes de hoteles y escuelas de buceo, como en cualquier desembarco, pero a su vez todo accesible por tu propia cuenta. Buscamos lo primero la escuela de buceo, ya que nos habían informado de que haciendo el "open water" la mayoría ofrecían alojamiento gratuito.

Tras comparar en varios lugares nos decantamos por Easy Divers, donde una joven italiana muy agradable nos conquistó, en parte por ella misma y porque nos informó de que en la escuela había un instructor vasco, y nos inspiraba confianza el poder saber del curso con un paisano en nuestro idioma.

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En menos de tres horas en la isla, ya estábamos alojados en un maravilloso complejo a pocos metros del centro de buceo, y viendo el vídeo de introducción de PADI. El alojamiento que nos dieron, maravilloso, con las clases donde estudiaríamos la teoría al lado de nuestro bungalow, y con el mejor ambiente que podríamos desear.

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Los tres días del Open Water pasaron volando y como un sueño, como una psicodelia sana de nuevas experiencias. Nos dimos cuenta de que como viajeros, el conocer el mundo submarino era una de las maneras más interesantes de viajar, ya que sabemos más de la superficie lunar que del fondo oceánico, así que abierta la primera puerta, nos lanzamos directos a por el segundo curso: el Advance.

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Nuestro instructor del Open Water fue Jo, un Escocés de origen alemán, que dejó su vida de manager de un famoso club en Edimburgo, por el deporte vago de respirar bajo el agua y enseñar a otros a hacer lo mismo. Sus explicaciones eran amenas y bajo el agua inspiraba una seguridad que nos hizo disfrutar cada segundo. Su estilo alternativo y la rebeldía controlada de un experimentado instructor nos creó una gran simpatía y aunque en el curso siguiente no estuvimos con él, este pidió ser el guía de nuestra última inmersión, el "night dive", a modo de despedida.

En el Advance cambiamos de instructor, un joven norteamericano llamado Gannon, con el que también lo pasamos de lujo. Este curso consta de "adventure dives" que te preparan para diferentes tipos de inmersiones y actividades bajo el agua.
Nosotros hicimos:

"Underwater naturalist", una inmersión de lo más placentera en la que uno se dedica a observar las profundidades, a identificar especies y a portarse bien con el entorno, es un "fun dive"; muy compatible con quien tenga una cámara y esté haciendo "underwater photography".

"Underwater navigation", esta fue una inmersión más didáctica, con ejercicios de orientación con brújula y contando los metros recorridos, a través del tiempo, la presión de nuestro tanque o los "kick cycles". Además de la interpretación y comprensión del mapa de la zona que estábamos buceando. Fue divertido ya que nos encontramos por primera vez perdidos bajo el agua, solos, sin experiencia y con la necesidad de orientarnos a la fuerza para encontrar el camino de vuelta al barco. Xavi, estuvo muy hábil y llegamos sin problemas.

"Peak performance buoyancy", en mi opinión el más útil y de uso constante en cualquier inmersión. Se trata de el auto-control de la flotabilidad. Primero saber cuantos pesos necesitamos para conseguir una flotabilidad neutra, y luego, cargar nuestros pulmones de aire para subir ligeramente y vaciarlos para descender. Importantísimo para sortear los corales, controlar tu dirección y, al fin y al cabo levitar, usando la menor energía posible para que los dives sean largos y placenteros.

"Deep dive", importantísimo si queremos bucear sin limitación en el ámbito del buceo recreativo, hasta 30m. Mi anécdota fue que en el deep dive gasté mi aire demasiado deprisa y para no hacer subir a todo el grupo, Gannon me propuso cambiarnos el BCD (chaleco de flotabilidad), con su correspondiente tanque y los reguladores bajo el agua; una práctica de emergencia que me gustó tener la oportunidad de ejecutar.
En el "deep dive" también es común la narcosis de nitrógeno, que es una sensación de embriaguez, como si estuvieras borracho o drogado, causada por el nitrógeno a partir de cierta profundidad dependiendo de la persona, y tristemente yo no lo pude experimentar, un pedo limpio y sano, una pena. A Xavi si que le subió un poquito el nitrógeno... que suerte!!

"Night dive", el mejor, una experiencia inolvidable. El deep dive como ya he dicho lo hicimos con nuestro instructor del "open water" a modo de despedida. En el barco, el capitán que ya sabe que nos gusta bailar por inmersiones anteriores, nos puso música para animarnos; salimos al atardecer y llegamos al punto a explorar ya de noche. Saltar al agua en la oscuridad ya es extraño, pero aun más extraño resulta ver los diferentes focos de las linternas de tus compañeros bajando a las profundidades del océano. Parecía una expedición lunar, con ese silencio de ruidos respiratorios y sonidos sordos difíciles de identificar, y los buceadores uno a uno descendiendo por la guía.
Se dice que en el night dive el aire se consume más despacio ya que tu mente solo se concentra en un punto, donde tu linterna apunta y no usas tanta energía. Nosotros, con las linternas nos dedicamos a ayudar a las barracudas a encontrar presas y divisar combates de bestias submarinas. Vimos una gigante tortuga comiendo coral y apagamos las luces sentados en círculo en el fondo para ver las reacciones del plancton, que provoca destellos fluorescentes al agitar el agua.

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Durante los días del curso hicimos buenos amigos, como Fred, que andaba por el mundo dejandose arrastrar por la corriente; de nacionalidad francesa y espíritu aventurero venía de Europa cruzando el charco tras diez o doce meses de viaje. Él vivía en el jardin, en su tienda de campaña individual... que rápidamente adaptaba cuando conocía a una buceadora de paso, aunque la mayoría de las veces le alojaban ellas a él en sus apartamentos con cama y baño propio.

El barrio en Ko Tao era de lo más dispar, nosotros vivíamos en el extremo sur de la costa oeste de la isla, al final de todo el bullicio, pero a su vez relativamente cerca del mismo. Pasado nuestro resort ya solo había complejos perdidos en los recobecos de las calas lujosas, discretos y difíciles de encontrar. En cambio al otro lado se extendía el ambiente, empezando por el pier hasta la playa de las fiestas y los establecimientos más antiguos de la isla.

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En nuestra calle había tres burdeles, una furgoneta hippy aparcada hecha bar y un centro de comida, que constaba de tres restaurantes locales en puestos abiertos a la calle, nos hicimos asiduos a uno de ellos y entablamos muy buena relación con la familia. El padre era el cocinero y sus hijas mayores las camareras, que hablaban un poquito de inglés. la hija pequeña estaba de vacaciones y se pasaba el día entreteniéndose con cualquier cosa y jugando con los clientes que se dejaran. Nosotros ya éramos como primos de la familia, nos invitaban a probar sus manjares de marisco, enseñarnos de donde traían los anacardos, o prepararnos para comer cualquier experimento que les pidiésemos.

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Empezamos a pensar en irnos hacia nuestra próxima aventura, además en tres o cuatro días nos caducaba la visa y teníamos que hacer una entrada en Birmania para renovarla. Así que esa noche desalojamos la habitación y nos refugiamos en la posibilidad de colgar las hamacas en el jardín, total, ya éramos amigos de la gente del barrio y esto nos ponía más cerca de marchar pero, a la vez nos brindaba la posibilidad de un día más.

Sacrificamos un día en la noche de los bolos, curiosísima velada repleta de diversión. Salimos como si fuera nuestra despedida y la escuela al completo había quedado para una partida de bolos en un local de la zona. ¿Bolos en Ko Tao? me pregunté, y efectívamente, una galería de cuatro pistas sin contadores, ni mecánica ninguna, hasta recoge-pelotas y coloca-bolos thai corriendo el riesgo de llevarse un bolazo desviado.

Salimos de la bolera ya un poco pedo y con ganas de jugar una partida de billar, y lo único abierto cerca de casa eran los burdeles, por donde pasábamos cada día para ir al super, o a la playa, y donde ya las chicas que te llaman desde las terrazas nos conocían, así que fuimos a jugar un billar sin compromisos. Conocimos al dueño, un inglés en silla de ruedas, que había sido buceador en la isla y tras un accidente de moto quedó inválido y al menos allí, sus chicas le cuidaban.

Seguimos calle abajo tras la partida de billar y la cerveza de más. La música del siguiente burdel estaba más alta de lo normal, era un karaoke thai a toda pastilla y una gran barbacoa en la terraza. Si darnos ni cuenta ya estábamos dentro, con un micrófono en la boca, y cantándole el cumpleaños feliz al dueño; este agradecido por nuestra espontaneidad nos invitó a comer y nos pusimos cerdos. BBQ de pescado, pollo, patatas, calamares... nos llenamos, bailamos un poquito para bajarlo y nos marchamos a dormir.

Habiéndonos retrasado un día, nos tentamos a retrasarnos otro, ya que la fiesta del año nuevo Tailandés se acercaba, los dos próximos días iban a ser los más divertidos del año en la isla, y claro, entre la resaca y tal tentación nos quedamos.

Pasamos el día bebiendo zumo, curando las picaduras de mosquitos asesinos del jardín donde colgamos las hamacas, y preparándonos para el día siguiente. Compramos pistolas de agua de gran calibre, una grande, de repetición, y una recortada de dos disparos certeros para los asaltos.

Esa noche se supone que sólo eran los preparativos; la gran batalla era al día siguiente continuando con una fiesta por la noche hasta el amanecer. Pero nuestro equipo no podía aguantar más y fuimos a probar nuestra artillería a los bares de la playa.

A la mañana siguiente despertamos peor que la mañana anterior, sin armas, ni munición, lo habíamos perdido todo, y lo que no, estaba empapado, desde el pasaporte, billetes de avión, dinero... y amanecimos en la gran fiesta, con niños en el jardín empapándonos de nuevo.

En esta festividad todo el mundo participa y nadie se queja, la isla se vuelve un campo de batalla. Así que nos prestamos como mercenarios a ir en el pick-up del hotel a recorrer la isla de punta a punta. Es como una procesión de coches llenos de niños armados para inundar lo que se les ponga por delante, motociclistas llendo al trabajo con el cuerpo empapado y llenos de polvos de talco, que es otro complemento en la batalla, y muchos son mentolados, así que incrementa más el frío que produce el agua.

En el coche llevábamos dos tanques de agua donde llenábamos los cubos pequeños y hacíamos paradas clandestinas para echar hielo al agua. Nos encontrábamos con la carretera cortada por grupos de jóvenes con mangueras y música techno a toda máquina. A cada diez metros había una batalla diferente, así que entre el aire, talco y manguerazos la resaca se nos pasó y entre las bajas de la batalla encontramos armamento para la noche.

Dormimos un rato y nos dirigimos a la playa, allí el festival acababa de empezar, en una carpa se concentraba casi todo el munto, al dj lo habían protegido creándole una perfecta cabina a prueba de mangueras con lonas de plástico transparente, las mesas de billar también estaban cubiertas pero por lo demás daba igual estar el la barra pidiendo, que en el mismo mar nadando, no te librabas del agua.

Nos convertimos en auténticos comandos y censamos a los presentes a base de chorros en la cabeza mientras bailaban, aquí recordé mis guerras de agua con Anais en el club "Ocean Rooms" de Brighton, donde enjabonamos las manos del dj, Domingo, mientras estaba pinchando y donde la pista de baile se convertía en una piscina un tanto underground.

Tanto recuerdo de Brighton que se materializó algo: Dos chicos vinieron hacia mí y absortos preguntaron "Juanma??" y me pareció increíble, resultaban ser dos niños, ya creciditos, que en mi primerísima etapa en Inglaterra venían a comprar bocadillos a Subway, donde yo trabajaba.

La noche estuvo llena de coincidencias, mucho más de lo normal, desde un grupo de españoles de Alcazar De San Juan con amigos comunes hasta el encuentro con "El Negro" de Corbera, amigo íntimo de una amiga nuestra de brighton, Kuki. No terminamos ahí, otros españoles de Madrid conocían a Lola, otra incondicional de Brighton hace un par de años y a su amigo Peter, el dj que dio el nombre a nuestro colectivo, el dj Zapatilla; por una vez que este había pinchado en Madrid.

Tras una noche así y tal preludio, nuestro cuerpo no daba para más, Xavi y yo amanecimos en lugares diferentes y nos encontramos por casualidad en el bar de siempre, donde los dos fuimos a recomponernos desayunando unos fruit shakes. Y la decisión, más que por nosotros, fue tomada por el propio pasaporte, donde la fecha limite de estancia en el pais era la fecha del día siguiente.

Nos dispusimos a embarcarnos en un carguero nocturno y así ahorrarnos una noche de hotel, teníamos que llegar a Ranong y de ahí cruzar a Birmania en el día siguiente, pero el destino nos volvió a poner otra zancadilla. Esta vez ya nadie nos creía, debía ser la cuarta vez que nos despedíamos de algunas personas. Y esa noche era un ultimátum, esa noche eran despedidas reales. Nos dirigimos al puerto, pasamos por el restaurante familiar donde hicimos la ultima cena y de camino al pier, encontramos a otro amigo francés en un bar, tomando las ultimas cervezas y nos deseamos lo mejor hasta futuros encuentros.

Al llegar al muelle, no había barco de las 22h, el ultimo había sido a las 21h, y por ser ano nuevo, habían recortado servicios. Así que la maraton del día siguiente iba a ser de lo mas graciosa, intentando llegar a la frontera del país antes del medio día, con la mayor fiesta del ano por todo el territorio nacional.

Nos volvimos al bar del francés y pasamos un magnifico rato. El bar era de unas chicas masajistas, que tenían el local de masaje colindante al bar, y el tipo francés, alucinado por la buena mano de las chicas invito a Xavi a experimentar lo mismo, como regalo de consolación por llegar los últimos a un barco que ni siquiera existía, supongo.

También se unió a la velada un autentico majara, un aleman que venia borracho perdido escuchando canciones de Ska-p en el movil, con una chica que se la veía también curtidita y con una gran moto de cross nuevecita; de la cual hablaba como si fuera su novia dejando a la chica en un segundo plano.

Nos empezó a contar sus múltiples accidentes en moto y a enseñarnos sus cicatrices; tenia el pelo largo y lacio y era bastante rellenito, no gordo, pero con unas buenas tetas y un flotador hinchadito. Nos pregunto que si sabíamos conducir y que si queríamos probar su moto, Xavi acepto encantado y diero una vuelta por el pueblo. Xavi volvió riendo y diciendo que con ese tío conduciendo no se montaría en la vida, y que mientras iban por las cuestas el tipo, iba pidiéndole que le apretara a fondo y que pusiera la moto al limite.

Dentro de su desastre mental, borrachera y locura en general; las chicas dueñas del bar supieron llevar muy bien su estado y hasta se rieron con la situación. Y por fin cerro el bar. Y Xavi y yo en la calle, sentados en la puerta del bar con las camareras preocupadas por nosotros, y diciendonos que si queríamos salir de copas con ellas y así no hacia falta dormir en ningún sitio... pero copas era lo que nos había sobrado en los últimos días de Ko Tao y muy muy a nuestro pesar tuvimos que rechazar la oferta.

Nos instalamos en el techado donde se ponen los taxistas en el puerto, plantamos nuestras hamacas y dormimos hasta el día siguiente. A cinco metros estaba la escuela de buceo, y nos despertaron riendo nuestros compañeros, de los cuales ya nos habíamos despedido cinco o seis veces.

Y de ahí marchamos en una loca operación salida, ultimo día del ano nuevo y con todo el país tratando de recomponerse tras el evento.

martes, 13 de mayo de 2008

Atrapada Ko Phangan

No soltamos la moto ni un día de nuestra estancia, hicimos la isla nuestro barrio, donde conocíamos a los tenderos de las tiendas, los dueños de los bares perdidos en la montaña y teníamos diferentes colegas en los diversos lugares, y esto nos atrapó.

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Descubrimos las playas buenas para el baño, las buenas para el buceo, las vistas del atardecer, los caminos a las cascadas.

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Lugares como Ko Maa, un islote al norte de la isla que con marea baja era accesible andando, y donde tan solo había un bar de reegae, poquitos bungalows, una zona ajardinada paradisiaca y lo demás selva intransitable.

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El atardecer en Ko Maa se convertía cada tarde en un mar de tenues diferencias tonales que se fusiona lentamente con el gris empapado en rosa que el cielo aporta, otra isla, otra nube; de vez en cuando un barco... el atardecer arranca con romanticismo y camino a la noche, en el segundo después de que el último rayo deje ese fin del momento en el aire; un tornado de creación se abalanza sobre ti.

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Cientos de sonidos y de bichos, de mosquitos y farolillos de aceite, guiándote a un improvisado "chill out" en la playa con algún rastafari tocando la guitarra, y la hoguerita reanuda la marcha del día anterior; y mientras, un alarido del volumen de las sirenas, se extiende por las ramas de los árboles y las palmeras; los tobillos empiezan a picar y el inseparable Relec es demandado de nuevo. Debía de ser la alarma del principio de la velada, ya que en pocos minutos el silencio y el piar de los pájaros en la jungla de enfrente toman lugar.

Un día que nos animamos a volver al lugar de los hechos, donde la full moon party ocurrió, encontramos otra fiesta. Uno de los garitos de la playa tenía un dj europeo pinchando y a un par de cientos de personas bailando en la playa. Esta parecía una fiesta más accesible, donde podías conocer a la gente y bailar a tus anchas, y al terminar encendieron en fuego una cuerda gigante para saltar a la comba, y dieron la oportunidad a todos los afectados por los buckets, de saltar y jugar con el riesgo de marchar directos al hospital. Hasta Xavi saltó y milagrosamente no hubo heridos.

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Esa noche conocimos a Belén y Carolina, dos chicas de valencia muy majas, de las que nos convertimos en compañeros de viaje durante su estancia en Ko Phangan, tanto que hasta nos mudamos juntos a la reegae village, un lugar muy diferente a nuestra casita de playa y a la choza de nuestro ya hermano Chand, un lugar difícil de describir. Lo encontramos de la siguiente manera:

Habíamos decidido costear hasta el norte de la isla esa mañana, y terminamos costreando al norte de la isla hasta la noche.

Sin perder de vista el mar a mano izquierda, a los lados de la carretera, los palmerales refrescaban el aire de sales y aromas tropicales.

Nos detuvimos en una con cruce, a la izquierda, cuesta abajo, la playa y de camino, una zona urbanizada, de las más bonitas en el standard Thai; que son las palmeras dando entrada a la jungla casi a los pies de la playa, los resorts, internet cafés, sensación de poca vida local y muchos servicios turísticos. Pero en cada negocio, en cada casa, en cada resort, una novela.

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Nuestra novela es "Reggae Village Resort", un oasis de tranquilidad y surrealismo. Una vez más, otro capítulo de la saga de vivencias y escenarios dignos de cualquier excentricidad "Hollyboodiense".

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Bob Marley con su hijo

Son varios negocios, una agencia de tours y alquiler de equipo deportivo; un internet cafe, un par de restaurantes, y la villa conquistando la montaña, y un detalle, en lo más alto de la colina, un campo de tiro, auténticos "bufalo soldiers".

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Cuando Xavi y yo, atraídos por la estética, la tranquilidad y el todo que ese lugar desprendía, nos decidimos a preguntar si tenían bungalows baratos, de 200 o 250 Bats. Además, Belén y Carol, estaban en pleno escenario fullmoon, en uno de los resorts de la playa más comercial de la isla y querían encontrar otra cosa.

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Antes casi de preguntar por el alojamiento, ya teníamos un bong en la boca, mientras el patriarca de la villa picaba más marihuana en una tabla de cocina. Andaban construyendo un techado para el generador, y pretendían clavar a martillazos una estructura metálica a unos pilares de madera, y ahí nos pusieron a currar, en el degenerado proyecto de los más fumados del lugar.

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Al final conseguimos dos maravillosas casas en la colina, de cemento, con tres ventanas, hamaca, baño en la habitación y todo nuevo y limpio. Y siempre que quisiéramos relajarnos el patriarca estaba en su choza con la tabla de cortar y su bong de bambú escuchando reeage y charlando con el resto de los huéspedes.

Hicimos un par de visitas turísticas más alrededor de la isla, como una a una cascada seca y fea que casi nos cuesta la vida llegar, por unos caminos agrietados por los monzones, pero una experiencia, como todo.

Y de "Reggae village" a Ko Tao, paraiso mundial del submarinismo, o eso nos dijeron, y a comprobarlo que fuimos....

domingo, 11 de mayo de 2008

Full Moon Party Ko Phangan

Esa noche fue la famosa y esperada "full moon party", y muchos miembros de la oreja perdida, aunque no todos, pero quien faltó fue por motivos bien justificados (va por Xavi Valencia... que lo sabemos todo jejeje ya nos contaras) acudieron al evento. Ellos fueron Mara, Darío, Crispi y Beky.

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La isla estaba al rojo vivo, los supermercados como si un tornado hubiera pasado por la seccion de licores y la policía frotandose las manos con cara de pillos, pensando en la de pasta que iban a hacer esa noche.

Nosotros nos embarcamos en la aventura con nuestro mejor ánimo. Fuimos en moto, como casi todo el mundo, ya que la fiesta es en Haad Rin, al extremo sur de la isla, en el pueblo más turístico y en la playa menos perdida y la llegada es por una sinuosa carretera que las cuestas ganan a las curvas en dificultad, y en la mayoria de las veces, el segundo de abordo ha de bajarse ya que la moto no llega a la cima.

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Estaba todo organizado como los grandes festivales, pero con su toque Thai. Primero un control de la policia, con su correspondiente minucioso registro, después parking organizado, obligatorio, y de pago. Para la gente que desembarcaba en un muelle cercano a la fiesta les montaban un check point donde cobraban 100 Bats, por la limpieza de la playa, de la que me rio a carcajadas, ni la Barceloneta tiene esa cantidad de mierda.

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Pero bueno, a eso íbamos, a una fiesta famosa y masificada, a un punto de encuentro, a un acontecimiento puntual, del cual nos habían hablado bastante bien. Y asumimos todo ese preludio, como el que entra en un festival de miles de personas, asume las esperas, la seguridad y lo que sea con tal de llegar al centro de la fiesta.

Eso ocurrió, por fin llegamos a la playa abriendonos paso por las calles de un pueblecito de costa, embrutecido por el evento, con el aspecto de un Benidorm despues de que Inglaterra gane el mundial de futbol. Allí estaban de nuevo, con sus tatoos de cabezas de perro, la piel roja acangrejada, los ojos azules vidriosos desde las cervezas del desalluno y su putita bien agarrada. Gente a la que no vienes a ver a Asia. Así que buscamos el rincón de los nuestros, y sinceramente, nos costó.

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A pie de playa hay una muralla de discotecas con equipos de música que hundirian una flota de veleros, con diferentes estilos de electrónica: Trance, que es el famoso en esta fiesta, y que al que le guste, tal vez podría disfrutar un poquito, Techno, Electro... pero de una bajísima calidad y con un ambiente impersonal y hasta violento a veces.

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Pero ¿íbamos a ser nosotros los perjudicados?, pues claramente no, nos lo pasamos como enanos, como fieras, como animalitos de un zoo sueltos en la jungla; bebimos buckets y buckets, que son cubos de bebida que venden en Tailandia a modo de cubalitros o "minis". Tantos que terminamos bañandonos desnudos y durmiendo en la arena por la mañana, mientras la música de alguno de los PA tdavía seguía sonando.

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La despedida fue una despedida real, el grupo de la oreja perdida se daba de baja en los itinerarios, Beky y Cristina se volvían a Cardif y Mara y Dario seguían la ruta marcada; ahora eramos Xavi y yo los encostrados, los aderidos a la isla, en principio por la resaca y después por las miles de posibilidades que le vimos al lugar.

llegada a Ko Phangan, Thailandia

Llegamos a la carrera, desorientados, cansados, pero felices de haber conseguido llegar a nuestra cita. Entre nosotros y el resto del equipo de la oreja perdida, tan solo un puñado de kilómetros de diferencia; nosotros desembarcábamos en Ko Phangan y ellos estaban en Ko Tao, dos islas del mismo archipiélago.

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Una vez nuestro autobús procedente de Bankok terminó su ruta, nos vimos en unas oficinas donde nos darían en ticket para el ferry hasta el destino final, la isla. El lugar estaba atestado de turistas sedientos de fiesta, grandes grupos de amigos en un viaje casi de fin de semana y todo tipo de mochilero, parecía una exibición de viajeros.

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El barco, cómo no, lo sobrecargaron brutalmente y nos hacinaron en la cubierta, parecía una moderna patera de inmigrantes de última generación. Allí conocimos a un nuevo grupo, que conllevaría un montón de nuevas historias. Ellas y él, eran un total de ocho chicas y un chico, todos españoles y juntos gracias a las casualidades del destino viajero. Ellas, con crestas y tatoos, rastas y buen rollito, nos invitaron a unirnos a la reserva que habían hecho desde tierra firme, de unos cuantos bungalows en la isla, por el rumor de que en "full moon party", no hay donde caerse muerto.

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Llegamos al lugar reservado, una "guest house" llamada "Munchies" a pie de playa. La "guest house" como abandonada, una extraña sensación de no poder encontrar al responsable del lugar ni aunque por allí estuviera pasando un ciclón; y la playa preciosa, pero un baño se convertía en un trekking por aguas caldosas, que no cubrían hasta casi el horizonte, toda una odisea.

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Sin dueño, ni playa, nos servimos nosotros mismos: unas cervecitas, y un bungalow. Y allí nadie se extrañaba, era como un autoservicio surrealista. Nos vino bien conocer la condición del lugar ya que más adelante en nuestra estancia en Ko Phangan, cuando residíamos en otros lugares, lo usábamos como la casita de la playa, donde contemplar el atardecer desde la hamaca o simplemente, dormir una siestecita con musiquita.

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De camino a la civilización, llendo a enviar unos mails al grupo de Ko Tao para que se unieran a la "Full Moon Party", conocimos a Chand, un entrañable Tailandés que nos alojó en su casa, y con el que compartimos largas noches de charla sobre un sin fin de temas.

En Ko Phangan, lógicamente se dieron otra serie de coincidencias inconcebibles; hablando con las chicas que conocimos en el barco, habiendo algunas de Madrid, charlamos un día intentando encontrar puntos de unión, amigos comunes, y pequeños "links" que alegran cualquier momento, visionando lo conocido y compartido con alguien totalmente nuevo.

Y así fue, yo no había terminado siquiera de explicar que conocía un chico de Madrid que podría ser que frecuentara sus ambientes, y ellas no cayeron en quien era, pero no hizo falta, en cuestión de segundos apareció con otros colegas comunes de ellas y mios, de película. Estos chicos venían de la India, de Goa, y habían hecho una quedada con este grupo en Ko Phangan, lo que ni ellos ni yo nos esperábamos era encontrarnos allí. Edu, con quien he trabajado en Madrid y nunca he tenido su teléfono ni mail, es alguien que se va cruzando en mi vida periódicamente, en Almería, en Brighton, en Ko Phangan... y de nuevo nos hemos despedido sin intercambiarnos los datos de contacto, ya que esta predestinado que nuestras vidas se cruzan de continuo.

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sábado, 10 de mayo de 2008

Bangkok, khaosan Rd.

20 de Marzo de 2008

Nuestra visita a Bangkok fue bastante pobre, todo hay que decirlo, pero se sabe que íbamos con prisa, y no todo es posible.

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La entrada en BKK fue un viajecito rápido a las capitales de occidente, a sus autovías de cuatro carriles, sus "escalestric" uniendo carreteras de circumbalación y sus correspondientes atascos; rascacielos, arquitectura futurista, grandes carteles publicitarios, taxis de colores, polución, etc.

Así que llegamos al epicentro del turismo en el sudeste asiático. Increíble pero cierto, habíamos alcanzado al grupo, con un día de diferencia, los diferentes miembros de "la oreja perdida", llegados de Hong Kong, norte de Vietnam, Camboya etc., se dirigían al sur, a Koh Tao. Y nosotros a Koh Phangan, a 30min en barco, guiados por la llamada de la "full moon party"

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Fuimos directos de la estación de autobuses a Khaosan Rd, famosa por ser el centro del turismo mochilero, por sus agencias de viaje con tours organizados a cualquier destino en Tailandia y de más países del sureste, por sus tiendas de falsificaciones, sus shows de "ping pong pussy", bares, clubs... etc

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Así que en vez de empaparnos de empaparnos de la esencia de una ciudad que tiene tanto que explorar, nos unimos al circo de la calle más comercial de la ciudad.

Allí coincidimos de nuevo con parte del Unicorn Team, con la parte primaria con la que sin ella el equipo no tendría ese nombre, esta parte era el dueño tailandés de la guest house "Unicorn", el abogado de Pai que administraba magic mushrooms a sus inquilinos en sopas de verduras sospechosas, y allí estaba con una chica inglesa que también pasó por el equipo y con ellos, Kung, una joven tailandesa que conocimos en el festival de reggae.

Todo el mundo se dirigía hacia la fiesta en Koh Phangan, parecía como la festividad del año nuevo cada mes, que moviliza a miles de personas, turistas y tailandeses en busca de la famosa fiesta hasta el amanecer.

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En Khaosan Rd. se vive a un ritmo frenético 24h, durante la noche la policía cierra los extremos de la calle y se hace peatonal, las falsificaciones y la piratería no hacen ni el amago de esconderse, allí todo lo que en nuestra sociedad consideramos como altamente fuera de la legalidad, es totalmente normal y aparentemente legal.

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En 30min pueden darte una licencia internacional de conducir, o un carente de prensa, de estudiante etc. Hay puestos con listados infinitos de películas y música, donde eliges lo que quieres y te lo dan en 10min, a la carta, y como esto, una infinidad de productos.

Algo digno de mencionar con un poco más de detalle, es la atracción estrella: "ping pong pussy".

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Son multitud de locales en la ciudad los que alojan este espectáculo, que consta de habilidosas féminas con un control absoluto del bajo vientre. Desde lanzamiento y recepción de pelotas de ping pong, hasta romper nueces, como si de una prensa hidráulica se tratase; pasando por sacar de sus entrañas un ramo de coloridas flores.

Nuestra prisa y el poco tiempo en BKK no nos dejó ser testigos del grotesco show, pero las opiniones de algunos españoles nos bastaron para imaginárnoslo. Uno de ellos, que siempre había soñado con ser profesional del ping pong, disfrutó de lo lindo con tan peculiares contrincantes. Por otro lado, las chicas del grupo no daban crédito a lo que vieron, y sin quitarle mérito a la habilidad de las artistas, lo calificaron de desagradable.

Genitales aparte, pasamos una noche, y al día siguiente partimos hacia Koh Phangan en un tour organizado con night bus, barco y desayuno en algún lugar del recorrido; esta era la forma más rápida de y la única si queríamos llegar a tiempo a nuestra cita.

Koh Chang

17 de Marzo de 2008

Haciendo caso omiso a las advertencias e indicaciones de nuestros compañeros de los diferentes equipos, decidimos darle una oportunidad a la isla de los elefantes, por ser la más cercana en nuestra ruta hacia el sur, por hacer una parada tropical antes del ruidoso Bangkok, y porque nuestras mágicas guias se dirigían hacia allí, y nosotros no éramos más que una cometa al viento.

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Nos habían advertido de una gran masificación turística, de grandes complejos hoteleros ocupando las costas y privatizando sin piedad las playas. No obstante también teníamos información de que, como en casi todos sitios, había un rincón mágico para el mochilero, y como cada lugar al que vamos, lo encontramos.

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Alquilamos una moto, para variar, y siguiendo con la tónica general, nos hicimos con la isla, descubrimos sus rincones, nos aventuramos con nuestra scooter a través de la selva, asistimos a heridos leves en los múltiples accidentes de las infernales curvas, y no caímos ni una vez. Gracias a Xavi, todo hay que decirlo, que nació con una moto entre las piernas.

La zona de bajo presupuesto y alta vida nocturna se llama Lonely Beach, donde, a lo largo y ancho de un palmeral donde alternan algunos pinos tropicales, se extienden los cafés, guest houses, tatoo shops, clubs etc... Un lugar altamente recomendado es "The tree house", aunque a estas alturas, ya un poco masificado; pero que cuenta con un estilo único, muy creativo, con gran calidad musical y muy buen trato; además de buena comida y el mejor ambiente.

Dado el éxito de "The tree house", han decid¡do expandir el negocio y han creado otro similar en una playa del norte de la isla, perdida, salvaje, sin explotar y de difícil acceso. Conocimos este lugar el último día de nuestra estancia, y descubrimos también el lado oculto de Koh Chang, donde todavía no hay grandes hoteles ni carreteras asfaltadas.

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Cómo no, vuelta a Tailandia, vuelta a la fiesta, vuelta a la vida nocturna. Una de las noches salimos con las chicas chinas que nos habían guiado desde Angkor, fuimos a "Lonely Beach" y, de nuevo los dj´s occidentales, los thai desatados en euforia saltando en la pista de baile, y la seña de identidad inconfundible de la noche tailandesa, sus incondicionales "lady man".

En aquella noche de copas, bailes, partidas de billar y jugar a adivinar si es o no un hombre quien hay detrás de esa geisha de película; conocimos a una chica holandesa que hablaba un castellano perfecto y que nos devolvió la movilidad, que nos puso las mochilas y nos encaró a nuestro destino, me explico: nuestra misión era llegar a las islas del sur de Tailandia en un par de días o como mucho tres, y dado nuestro talante de viajeros relajados, tenemos tendencia a acomodarnos en los sitios y sentirnos como en casa, pero claro, esto lleva tiempo, y tiempo es de lo que carecíamos. Así que esta chica, nos dijo lo que necesitábamos oír para empaquetar la mochila y marcharnos al día siguiente.

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La cosa es que en cuestión de tres días, iba a ser la "full moon party" en Koh Phangan. Al oir "full moon party" a Xavi se le dilataron las pupilas y no dio pie a otra opción que la de marchar cuanto antes. He aquí otro caso de magia cósmica que nos lleva a nuestro destino sin tener que preocuparnos de nada.