domingo, 11 de mayo de 2008

llegada a Ko Phangan, Thailandia

Llegamos a la carrera, desorientados, cansados, pero felices de haber conseguido llegar a nuestra cita. Entre nosotros y el resto del equipo de la oreja perdida, tan solo un puñado de kilómetros de diferencia; nosotros desembarcábamos en Ko Phangan y ellos estaban en Ko Tao, dos islas del mismo archipiélago.

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Una vez nuestro autobús procedente de Bankok terminó su ruta, nos vimos en unas oficinas donde nos darían en ticket para el ferry hasta el destino final, la isla. El lugar estaba atestado de turistas sedientos de fiesta, grandes grupos de amigos en un viaje casi de fin de semana y todo tipo de mochilero, parecía una exibición de viajeros.

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El barco, cómo no, lo sobrecargaron brutalmente y nos hacinaron en la cubierta, parecía una moderna patera de inmigrantes de última generación. Allí conocimos a un nuevo grupo, que conllevaría un montón de nuevas historias. Ellas y él, eran un total de ocho chicas y un chico, todos españoles y juntos gracias a las casualidades del destino viajero. Ellas, con crestas y tatoos, rastas y buen rollito, nos invitaron a unirnos a la reserva que habían hecho desde tierra firme, de unos cuantos bungalows en la isla, por el rumor de que en "full moon party", no hay donde caerse muerto.

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Llegamos al lugar reservado, una "guest house" llamada "Munchies" a pie de playa. La "guest house" como abandonada, una extraña sensación de no poder encontrar al responsable del lugar ni aunque por allí estuviera pasando un ciclón; y la playa preciosa, pero un baño se convertía en un trekking por aguas caldosas, que no cubrían hasta casi el horizonte, toda una odisea.

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Sin dueño, ni playa, nos servimos nosotros mismos: unas cervecitas, y un bungalow. Y allí nadie se extrañaba, era como un autoservicio surrealista. Nos vino bien conocer la condición del lugar ya que más adelante en nuestra estancia en Ko Phangan, cuando residíamos en otros lugares, lo usábamos como la casita de la playa, donde contemplar el atardecer desde la hamaca o simplemente, dormir una siestecita con musiquita.

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De camino a la civilización, llendo a enviar unos mails al grupo de Ko Tao para que se unieran a la "Full Moon Party", conocimos a Chand, un entrañable Tailandés que nos alojó en su casa, y con el que compartimos largas noches de charla sobre un sin fin de temas.

En Ko Phangan, lógicamente se dieron otra serie de coincidencias inconcebibles; hablando con las chicas que conocimos en el barco, habiendo algunas de Madrid, charlamos un día intentando encontrar puntos de unión, amigos comunes, y pequeños "links" que alegran cualquier momento, visionando lo conocido y compartido con alguien totalmente nuevo.

Y así fue, yo no había terminado siquiera de explicar que conocía un chico de Madrid que podría ser que frecuentara sus ambientes, y ellas no cayeron en quien era, pero no hizo falta, en cuestión de segundos apareció con otros colegas comunes de ellas y mios, de película. Estos chicos venían de la India, de Goa, y habían hecho una quedada con este grupo en Ko Phangan, lo que ni ellos ni yo nos esperábamos era encontrarnos allí. Edu, con quien he trabajado en Madrid y nunca he tenido su teléfono ni mail, es alguien que se va cruzando en mi vida periódicamente, en Almería, en Brighton, en Ko Phangan... y de nuevo nos hemos despedido sin intercambiarnos los datos de contacto, ya que esta predestinado que nuestras vidas se cruzan de continuo.

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